jueves, 11 de enero de 2018
Divagaciones de una mente nostálgica.
miércoles, 10 de enero de 2018
¿Hay alguien ahí?
Por eso me pregunto si alguien leerá lo que escribo si lo publico aquí.
¿Hay alguien que escuche mi voz?
¿Hay alguien que lea mis letras?
Si estás ahí, amigo o enemigo, revela tu presencia.
June
sábado, 11 de junio de 2011
Cuento sin título, sentido o finalidad.
Había algo que me hacía pensar que nunca, nunca iba a poder salir de la desesperación que me envolvía. Y lo que era más importante, ¿para qué? ¿Acaso había alguna esperanza escondida detrás de tanto sufrimiento? Pues no. Se me ocurría que ya nada más tenía sentido, que la vida en sí no era nada más que el desarrollo de una comedia que termina con la muerte, inevitablemente; joven, si morías en un accidente o como en mi caso; viejo y senil si llegabas al término de la vida natural, siendo una carga, una molestia, y sin siquiera ser capaz de retener el uso de tus facultades mentales.
La vida, según lo que yo veía, estaba sobrevalorada.
Personas marchando para evitar el aborto, con pancartas y altavoces; mientras en China a las bebés se las comían los perros, en África los bebés de ambos sexos se morían de hambre, y en muchos otros países pasaban frío, hambre y necesidades para finalmente convertirse en adultos dispuestos a cualquier cosa por obtener lo que se desea, sea comida, dinero, drogas…
¿No habría sido mejor que esos niños no hubieran nacido nunca?
¿No sería mejor que los que nacimos en viernes, como David Copperfield, no hubiésemos nacido nunca?
Porque, enfrentémoslo, hay algunos que nacen en domingo, que son hijos del sol, que son amados y bien criados, que mientras crecen son felices, tienen amigos y juguetes, y salud… mientras hay otros que sólo conocen los días nublados, las penas, el hambre y la desolación. Y al final, tanto los unos como los otros llegarán a un mismo final: bajo la tierra, fertilizando el pasto del cementerio.
Pero mientras divago sobre el valor de la vida, los rubíes líquidos se deslizan por mis manos y caen al suelo, y lentamente voy perdiendo la noción de lo que estoy pensando. Mis ojos se cierran, involuntariamente, y lo último que veo es el color rojo más intenso, el más hermoso, aquél que fue mi favorito desde que era una niña pequeña; reflejándose en las facetas del cenicero Art Decó de la bruja de mi abuela, su favorito, del que tuve el máximo placer al quebrar para cortarme las venas.
jueves, 30 de abril de 2009
Gripe Porcina
Hagamos un poquito de historia. Todo comenzó en 1918, con la primera epidemia de gripe mortal, conocida como la "Influenza española". No es que la influenza comenzara allá, sino simplemente fue allá donde se hizo pública la existencia de esta epidemia. Recordemos que en 1918 aún estábamos en la Primera Guerra Mundial, y los países involucrados no querían que la noticia se supiera, para no desmoralizar a las tropas. Y sin embargo, fue precisamente el movimiento de las tropas lo que llevó la influenza a distintas partes del mundo.
¿Por qué esta influenza es distinta a cualquier otra gripe que pudiéramos tener? Porque no se trata de un virus típicamente humano, sino de origen animal. El virus de la influenza española, A H1N1 tuvo su origen en las aves, este virus mutó y gracias a eso le fue posible afectar a los seres humanos. Los seres humanos, al no tener ningún tipo de defensa ante este virus, sucumben rápidamente. Para el cuerpo se trata de una cosa totalmente nueva y extraña, y no le da tiempo a reaccionar y defenderse, por ejemplo, como lo haría ante una gripe común. El virus ataca a las células de los pulmones, que se destruyen y dejan el paso libre para que se llenen de sangre y líquido, lo que hace que la persona afectada muera ahogada.
Las cifras de los muertos por esta influenza de 1918 son variadas, en realidad nadie sabe cuántos fueron los muertos, las cifras que se barajan van desde 40 millones hasta 100 millones. Pero los números a algunas personas nos dejan indiferentes, pues no nos podemos imaginar eso sólo con cifras, pero si les digo que la influenza mató más gente que las dos guerras mundiales, la guerra de Corea y la Guerra de Vietnam juntas... se entiende mejor, ¿verdad? Mató más gente que la peste negra de la Edad Media. En realidad, la influenza española ha sido la peor pandemia que haya sufrido la humanidad.
Y resulta que el virus de la gripe porcina es el virus de la Influenza A H1N1... el mismo de la influenza española.
Escalofriante, ¿verdad?
Pero calma, no estamos en 1918.
La gripe porcina comenzó en México en abril de este año. Un cerdito que andaba feliz por su vida de cerdito tomó dentro de sí los elementos necesarios para que un virus mutara. A estas alturas no estoy segura de si este virus es el resultado de la mezcla de dos virus o más, si tiene componente de virus humanos, virus de aves... el punto es que el cerdo es uno de los animales que puede traspasar los virus de los animales a los humanos y esto es lo que ha sucedido. El virus actúa de la misma forma que en 1918, destruyendo los tejidos pulmonares y llenando los alveólos de sangre y líquido, ahogando a sus víctimas.
Pero no todo está perdido.
Ahora tenemos antivirales que pueden ser efectivos en esta pelea. Los antivirales no curan el virus, no lo matan, pero le impiden hacer más daño. Tenemos el oseltanamivir y zanamivir, todo es cuestión de que sean administrados a tiempo. Y también mucha gente moría por las complicaciones derivadas del virus, como las neumonías infecciosas, pero ahora temenos antibióticos para regodearnos.
Y lo más importante: ahora tenemos información a la mano. Sólo tenemos que informarnos, educarnos, prevenir, lavarnos las manos, evitar las aglomeraciones, alimentarnos bien, usar mascarilla cuando corresponda, respetar las cuarentenas...
Saldremos de ésta, se los aseguro, y saldremos mil veces mejor parados que en 1918.
Y les dejo un video documental de la National Geographic para que comprendan los detalles, que a mi me da flojera escribirlo todo.
miércoles, 3 de diciembre de 2008
Reflexiones sobre el amor
Más tarde, las niñas seguimos pensando en nuestro príncipe, jugamos a las Barbies Princesas y los niños, mientras tanto, juegan con autos y montruos, con dinosaurios e insectos de plástico, que mientras más dientes, pizas y escamas tengan, mejor. Jugar siquiera con una niña les parece asqueroso.
Y después la cosa no cambia. En la adolescencia nosotras vemos novelas y series donde las chicas se enamoran, la fea se vuelve linda ( y las feas suspiramos con la esperanza de ser lindas algún día, o que nos ame algún príncipe hermoso a pesar de nuestra feldad) y el muchacho más apuesto de la serie se convierte en el príncipe.
Durante la adultez, aunque nos dejamos principalmente de soñar tanto, nos fijamos en las historias de cuentos de hadas que hay en nuestro mundo real. Por eso la gente quería tanto a la princesa Diana, porque representaba a la Princesa de nuestras historias antiguas. Porque un Príncipe de verdad se enamoraba de ella y la llevaba a vivir a su palacio, le daba dos hermosos hijos y la haría reina algún día. Ah, pero la realidad nos golpeó fuerte esta vez: el príncipe no era tan bueno como parecía, y se quedó con la bruja, al final.
Y mientras llorábamos por la princesa y leíamos novelas de amor... ¿dónde estaban los hombres? Jugando Play Station (y matando todo lo que se mueva), mirando partidos de fútbol, escuchando metal y leyendo revistas porno.
El amor es la vida para una mujer, pero para un hombre, es un capítulo que, mientras más pronto se cierre, mejor.
Sólo puedo recordar a un hombre enamorado como una mujer. Dante Alighieri. Él vio a Beatriz sólo tres veces, jamás habló con ella y murió poco tiempo después. Pero se enamoró tanto, que le escribió dos libros, uno de ellos considerado una de las mayores obras de la literatura mundial en la historia de la humanidad. Me pregunto qué habría pasado con él de haber vivido en nuestra época. De seguro lo mínimo que le habrían impuesto, sería una orden de alejamiento. Lo habrían tachado de loco, de obsesivo. Peligroso.
Y ni hablar de una mujer que se enamorara así.
Sigamos soñando, chicas, que la vida sin amor es fome. Dejemos que los hombres sigan mirando sus partidos y jugando con sus consolas. Siempre habrá algún Dante para nosotras. Aunque cueste encontrarlo.
Fragmento de la Divina Comedia.
De Dante Alighieri.
Aparición de Beatriz
“Purgatorio”. Canto xxx.
«Salve», todos decían, «tú que vienes:
los lirios esparcid á manos llenas»:
flores doquier llovían á sus sienes.
Del alba al despuntar he visto plenas
de rosas las regiones del oriente,
y las demás resplandecer serenas:
La faz entrevelada al sol naciente
he podido mirar por los vapores;
mirar con ojo fijo al esplendente.–
Así á través de las tupidas flores,
de angelicales manos esparcidas,
en nube de su carro en los redores;
Vi una mujer de velo albo, ceñidas
con oliva las sienes, verde manto,
cercada cual de llamas encedidas.
Mi espíritu, después de tiempo tanto
que lejos de sus ojos estuviera,
donde temblara de estupor y encanto;
Sintió, ya antes de verlos, hechicera
virtud de ella manar, con lo que ardiente
mi amor resucitó y pasión primera.
Miréla, y traspasóme de repente
otra vez el poder de amor sublime,
que ya en la infancia arrebató mi mente.
Á la siniestra tímido volvíme,
–como al materno seno va corriendo
el niño, si se aterra ó triste gime–;
Por decir á Virgilio: «Está tremiendo
dentro de mí la sangre toda entera;
reconozco el antiguo amor ardiendo.»–
Mas aquél ya no está: lejos se fuera.
Fuente: Jünemann, Guillermo. Antología universal. Friburgo: Herder, 1910.
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miércoles, 26 de septiembre de 2007
La mujer maravilla del siglo XVIII
He oído hablar de muchas mujeres que han hecho esto o lo otro, mujeres que son un ejemplo y bla bla bla. Pero cuando conocí a esta mujer, deseé creer en la reencarnación sólo para poder haber sido ella en una vida pasada: Émilie de Breteuil, marquise de Châtelet.
Émilie vivó en la corte francesa, su padre la educó como si no fuera mujer, es decir, con todas las ventajas de la educación que recibían los hombres. Tuvo todo lo que una mujer podría desear: inteligencia, un marido tolerante, hijos, vestidos, zapatos, joyas... y amantes ilustres. Era tan inteligente que incluso su amante la reconocía como su superior intelectual. Su amante, el mismísimo Voltaire.
martes, 11 de septiembre de 2007
No quisiera ser mujer
Después en el Jardín Infantil te empiezan a enseñar los "roles". Que un niño debe jugar con un camión, mientras que las niñas deben jugar con muñecas. Y ¡ay del que quiera intercambiar! Nos muestran que la mamá lava platos, cocina, cuida a los niños, mientras que el padre "trabaja" (como si mantener limpia una casa no lo fuera, caramba, ¡yo jamás he podido!).
Ya en el colegio, a una le enseñan a ser "Señorita". ¡Junta las piernas, no enseñes nada sobre la rodilla, sonríe y sé educada! Las señoritas no se suben a los árboles. Las señoritas no dicen palabrotas. Las señoritas aprenden a bordar, a tejer, a cocinar... ¡ni se te ocurra jugar fútbol! Eso es de marimachos.
Cuando estás en la universidad tienes que trabajar el triple para que te reconozcan. Después de todo eres sólo una mujer, y es sabido que las mujeres no son tan inteligentes como los hombres.
Después, cuando eres ya mayor, "tienes que conseguir un marido antes de los 30 o te quedarás solterona". Pero con recato, eso sí: no puedes tener muchos pololos antes de casarte, o quedarás como una "suelta" ante los ojos de todos. Si un hombre sale con muchas mujeres es porque es un galán. Si una mujer sale con muchos hombres es puta. Y en esos menesteres te meterás en algún lío para agarrar algo que valga la pena. Y le tiene que gustar a tus padres. Y ciertamente le tienes que gustar a los padres del novio.
Y es entonces cuando te das cuenta de que tu trabajo no es tan importante como el de tu marido. Seguramente él gana más que tú. (Claro, como él es el "jefe de familia"...) Tú trabajas más que nada para no aburrirte... hasta que lleguen los hijos. Tu jefe tampoco reconoce lo que haces y se queda con el mérito de tu trabajo.
Y ¡oh, sorpresa! Un buen día descubres que estás embarazada. Tu jefe pone cara de pocos amigos cuando se entera. Tu marido reclama que estás vuelta loca con las hormonas, pero lo que en realidad te pasa es que estás muerta de miedo con todo el asunto del parto. Y cuando llega por fin el momento, sientes tanto dolor, que crees que jamás tendrás otro hijo en tu vida. Te ponen una aguja enorme en la columna para anestesiarte de la cintura hacia abajo. Y puedes elegir: todo el dolor antes del parto (parto normal) o todo el dolor después del parto (cesárea). ¿y crees que todo termina ahí? Noooo... ahora viene lo peor: ¡Tienes que dar de mamar! Y tu adorado hijo te hará sangrar los pezones, y el sádico del doctor te dirá que tienes que seguir dándole el pecho igual.
Ahora te ves al espejo: estás gorda y fea, no tienes tiempo para arreglarte, tienes que cuidar de tu hijo y luego volver al trabajo. Y si el niño se enferma tendrás que cuidarlo tú, no importa que el hijo sea tuyo y de tu marido: tú eres la madre, así que debes dejarlo todo para cuidar a tu hijo. Además la ley no cree que los hombres deban cuidar a sus hijos de todos modos... ¡para eso están las mujeres! Y no hablemos del complejo de culpa que te estarás creando: si te quedas en casa para cuidar de tu hijo, todos pensarán (tú incluida): "ella es una floja porque no trabaja". Y si sales a trabajar, todos pensarán (tú incluida también): "ella anda por ahí en la calle en vez de estar cuidando a su hijo". No puedes ganar.
Por eso cuando pienso que si me hubieran dado la oportunidad de elegir, habría elgido ser hombre. Definitivamente se la pasan mejor. ¡Y tienen la desfachatez de quejarse del exámen de la próstata! Hay que ser muy car'e palo.